Primeros ensayos

Cuestión de tiempo…

.Escucho casi a diario, y yo mismo percibo esta sensación, que el tiempo ahora anda más rápido, que un día ya no dura tanto o que un año pasa rápido. Bueno, acaso ayer apenas no era enero y al momento de escribir este apunte es mitad de agosto y más de la mitad de este año. No me meto en líos de plantearlo desde un punto de vista físico pues en verdad “no tengo tiempo” para averiguarlo, solo me apoyo en esa sensación de la que hablo aunque personajes como Jorge Luis Borges hace años ya nos decía: “Yo he pensado que cuando era chico, un día duraba una semana y ahora una semana dura un día. A medida que uno envejece pasa con más rapidez el tiempo”. ¿Será una sensación relacionada con la edad que uno tenga? Uuum, miremos, más bien recordemos. Sí, recuerdo que de niño un año se me hacia eterno pues uno siempre quería que llegara diciembre que es mes de regalo, de vacaciones y otras buenas cosas distantes en los otros meses… Ahora, ya de viejo, 46, la verdad es que el asunto es a otro precio pues cada segundo cuenta es vida y no juguete… Creo que en eso hay algo de lógica, es decir, a menor edad mayor expectativa de vida y ganas de que lo desconocido venga rápido y a mayor edad, menor expectativa de vida y ganas de que lo conocido se vaya, no solo rápido, sino para siempre. Bueno, podría ser un primer punto de análisis… De todas maneras, rigurosos lectores, tengan en cuenta que por el lado por donde voy en estos Tres puntos no acudo, excepto la literaria de JLB, a esas tantas valiosas referencias existentes en la física y hasta en lo cinematográfico.

.Lo otro es que el deseo de que transcurra el tiempo lento o rápido es relativo pues sabemos que si un hecho nos resulta desagradable, doloroso o comprometedor deseamos que finalice rápido y entonces es cuando más lento sentimos el paso de cada segundo; si el hecho es agradable no queremos que el tiempo acabe e inexplicablemente vemos que el reloj anda más aprisa. Esas cosas suceden, incluso llegar a pensar imposibles como cuando nos faltan 15 minutos para cumplir con nuestra cita médica y estamos al otro lado de la ciudad llegamos a pensar que si nos damos prisa y andamos rápido en la vía podremos llegar en esos 15 minutos a nuestro destino que en realidad se encuentra a 40 o 45 minutos conforme kilometraje y lentitud del tráfico… Yo lo he llegado a creer, es decir, meter 40 minutos de tiempo en 10. La realidad es que lo más conveniente es cancelar la cita pues nos exponemos a perder el dinero del pasaje, a un accidente en caso de conducir nuestro propio automóvil o a un comparendo de tránsito por exceso de velocidad en contra de la relación tiempo-espacio.

.Finalmente, tengo la certeza, y lo podré ampliar en el futuro, de que inventos como el celular, el internet y toda esta tecnología informática que hoy nos abruma está incidiendo en esta sensación que tenemos sobre la duración del tiempo. Bueno, cómo explicarlo… Miremos, antes uno salía de casa y realmente estaba incomunicado de las noticias buenas o malas que pudieran estar relacionadas con uno pues solo al llegar a nuestro lugar de labores existía la posibilidad de tener disponible un teléfono fijo y allí enterarnos de algún suceso repentino… Incluso podía uno pasarse todo el día fuera de casa y solo al llegar nos enteramos de esto o de aquello… Hoy no ocurre así. El celular, por solo dar este ejemplo, nos ubica (-¿Por dónde vienes? –Ya voy llegando, voy por aquí por la 8 con…-) y nos brinda noticia instantánea y ello, considero, acelera más nuestro ritmo de vida pues constantemente nos están llamando de casa o del trabajo a informarnos esto o aquello, lo cual nos atiborra de tareas o trámites extras que nos ahorran, en apariencia, tiempo pues lo que antes quedaba para el día siguiente hoy se hace el mismo día, pero también, paradójicamente, nos llena de esa sensación de estar viviendo un futuro, dos o tres días en uno. Y apagarlo –el celular- también es malo, ya no permitido socialmente, pues es señal, se presume, de que desconectarse tiene la intención (a veces cierta) de no ser localizado, de evadir a la mujer o al jefe lo cual es ya otro pecado y vale regaño… Ah, qué tiempos aquellos en que había tiempo para uno vivir despacio y hasta de las peores desgracias, familiares o extrañas, uno se enteraba en su justo momento, contrario ahora -¿otros tiempos?- en que el aparatico que sabemos timbra y aparte de ese perverso “¿dónde estás?” puede desviarnos de nuestro oficio o ruta original y acelerarnos más la vida…(Bien, tendré que finalizar, no por razón de tiempo, sino de espacio pues la norma de este blog es conversar en solo tres puntos y con ello me obligo a la síntesis pues mi vicio es la inútil retórica).

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